¡Ha de ese ele! (3 - El Cable)
Como por el año 2000, unas amigas contrataron el paquete completo de Madritel: teléfono, TV e Internet. El teléfono nunca les funcionó bien, casi siempre había interferencias, cuando se acabaron los tres meses de tele gratis que daban con el alta sólo quedaron las chufas y la conexión a Internet se cortaba, era lenta y por supuesto tenía un servicio técnico que necesitaba urgentemente un servicio técnico. Y respecto al técnico que vino a instalarlo, lo mejor que puedo decir de su profesionalidad y esmero es que en Sevilla hace mucho calor.
Poco después, cuando estaban cableando mi barrio, vino a mi casa una comercial de Madritel intentando que me hiciese cliente de su compañía. Me comí su hígado acompañado de habas y un buen Chianti. Pero después vino otra, y otra, y otra. Me harté de hígado. Yo le relataba el triste precedente de mis amigas a cada comercial que aparecía por casa con su carpetita y su sonrisa y les decía que el día en que lo viese funcionando correctamente empezaría a pensármelo. Y ellas tomaban nota.
Fíjense en el detalle: tomaban nota. En unos formularios. Supongo que luego darían ese formulario a alguien, un coordinador que -como todos los coordinadores- se pasaría la vida haciendo resúmenes, gráficos y estadísticas. Y supongo que todas esas estadísticas de todos esos coordinadores llegarían hasta el comercial de la subcontrata que trataba directamente con Madritel. Y quiero pensar que alguna vez mi queja, la mía, llegó hasta Madritel.
Quiero pensarlo pero no lo pienso, porque por mucho que yo, con toda mi amabilidad y paciencia, relatase punto por punto mis motivos para rechazar a Madritel, la siguiente comercial siempre llegaba de nuevas y sin idea de qué había dicho anteriormente el vecino de esta mi humilde morada, sin saber que ya lo había rechazado cuatro, cinco, seis veces y, por tanto, sin un argumento con el que rebatir los míos. Y siete, ocho, nueve veces lo rechacé también por teléfono. A los motivos anteriores empecé a añadir uno nuevo: si son capaces de venir X veces a ofrecerme lo que ya he rechazado, a lo mejor me cargan también X veces la factura que ya he pagado.
Llegó a incorporarse a mi rutina mensual: cobrar la nómina, pagar el abono transportes, cortarme el pelo, rechazar Madritel, llegar a fin de mes... El tiempo fue pasando y Madritel cambió de nombre y se unió a Auna. Y en casa de mis amigas funcionaba con las mismas disfunciones. Y a mi casa seguían viniendo comerciales. Y yo cobraba la nómina, pagaba el abono, me cortaba el pelo, rechazaba Auna, llegaba a fin de mes...
Un día alguien, en alguna oscura oficina, debió ver un listado de rechazos míos, se hartó y decidió mandar a la caballería. La caballería era una comercial "de verdad", a su lado todas las anteriores eran aprendizas, aficionadas. Ésta era mayor tanto en edad (cerca de los 40) como en tamaño (como 1,80 mts). Se le veía la experiencia en mil batallas del marketing puerta a puerta. Me tendió y estrechó la mano como un tío y entró casi antes de invitarla. Vestía un traje gris que parecía ir siguiéndola, tenía el pelo rubio y corto, tipo Brigitte Nielsen, sus gestos eran decididos, precisos, casi bruscos. Me puso cachondísimo. Se presentó como "Coordinadora de Representación Domiciliaria de la Zona Centro", o algo parecido. Me soltó el discurso a toda carrera pero de forma clara. Y sacó los contratos. Venía en plan "voy a hacerte una oferta que no podrás rechazar". Literalmente, me puso el contrato bajo la nariz y me tendió su bolígrafo.
Contesté que yo no firmaba nada sin leérmelo antes, que me dejase los contratos y volviese al cabo de dos o tres días. Le costó aceptar pero aceptó, qué remedio. Dos días después se presentó como un clavo. Y con minifalda. Afortunadamente, yo había hecho los deberes.
BRIGITTE: No me digas que no te interesa porque no me lo creo; esto es mucho mejor que lo que tienes con Telefónica.
TELEOPERADOR (TO): Eso no es mucho decir.
BRIGITTE: Pero es mejor.
TO: De precio, pero con Telefónica no tengo un contrato como éste.
BRIGITTE: ¿Qué le pasa al contrato?
TO: No, no, por detrás. Te he señalado siete cláusulas distintas que son inaceptables por abusivas.
BRIGITTE: ¿Cómo? ¿Que t-te has leído todo el contrato?
TO: Ya ves. Sobre todo no acepto esta cláusula que dice que me podréis cortar la conexión a Internet sin previo aviso si cuelgo contenidos que hablen mal de Auna, que incluso podríais emprender acciones legales.
BRIGITTE: Hombre, claro, es que...
TO: No, nada de claro. Si yo cuelgo un artículo que diga que Auna trafica con niños, vale, eso es difamatorio, aunque no sois vosotros quienes debéis decirlo sino un juez. Pero si cuelgo una página de quejas y reclamaciones con cartas y justificantes escaneados, es decir, nada difamatorio sino argumentado, no veo nada que justifique objetivamente que me cortéis el servicio. El acceso a Internet ya ha dejado de ser un capricho y puede que en mi caso fuese una necesidad.
BRIGITTE: Pero eso es una tontería, hombre, eso no te lo van a hacer nunca.
TO: Pero aquí dice...
BRIGITTE: Nada, ni caso. Eso son las típicas bobadas legales que ponen nuestros abogados pero que luego nunca se usan.
TO: ¿Seguro?
BRIGITTE: ¡Claro, hombre, claro!
TO: Mira que...
BRIGITTE: Tranquilo. Puedes firmar tranquilo y olvidarte.
TO: Vale, pues lo tachamos.
BRIGITTE: (...) ¿Qué?
TO: Que lo tachemos. Total, si no se va a usar...
BRIGITTE: No, no, pero no... No podemos hacer tachones en el contrato, no me lo aceptarían.
TO: Oh, vaya. No importa. Redactaré un anexo donde se indique que esta clásula queda exenta de nuestro acuerdo y la firmamos los dos y la grapamos. ¿Te parece?
BRIGITTE: ¿U-un anexo? Uh... Vaya... No, no va a poder ser. Sólo aceptarán que sea esta hoja, este contrato.
TO: Ah, ya. Vale, no importa. Lo volveré a redactar en mi ordenador y lo imprimo sin esas cláusulas.
BRIGITTE: Mira, no, no. Esto no funciona así. El contrato es éste y tiene que ser éste. Y tú no te preocupes, que nadie te va a cortar la conexión.
TO: No, pero a lo mejor sí me demandan por hablar mal de Auna.
BRIGITTE: ¿Demandarte? ¡No, ja, ja! Qué dices, hombre. ¡Pues anda, que Auna no tiene nada mejor que hacer! Eso no se hace nunca, no se demanda a nadie.
TO: ¿No?
BRIGITTE: ¡Claro que no!
TO: ¿Aunque nombre Auna para criticarla?
BRIGITTE: ¡Claro, en España hay libertad de expresión!
TO: Entonces, ¿por qué lo hicísteis con Auna-Usuarios?
BRIGITTE: (...)
TO: ¿Conoces Auna-Usuarios?
BRIGITTE: (Con resignación) Sí...
TO: Ahora se llaman Cable-Usuarios porque Auna les denunció por uso no permitido del nombre. ¿No es eso lo que me dices que no hacéis?
BRIGITTE: Bueno, verás... Esa página lo que hace...
TO: Es albergar quejas de usuarios, lo sé, he entrado. De hecho, he estado bastante tiempo en ella.
Me giro y de la estantería que hay a mi espalda bajo un fajo de diez folios grapados y se los pongo bajo la nariz, como hizo ella con el contrato.
TO: Estas son las principales quejas de los usuarios, que no todas. Las he imprimido por ambas caras, en tamaño de letra ocho y con un margen alrededor de medio centímetro. Es un poco jodido leerlo, pero viendo cómo imprimís las cláusulas del contrato supuse que os gustaría así.
BRIGITTE: Ya. Ya veo.
TO: Cuando estas quejas estén solucionadas, vienes y hablamos.
BRIGITTE: Ajá, ya.
TO: Y ya puestos, tampoco acepto esto de que me corten la conexión si pongo "contenidos que atenten contra la moral". Si quiero poner una página contando cómo me lo monto con mi perro es asunto mío.
BRIGITTE: Bueno, pues nada.
TO: Absolutamente nada, cierto. Ha sido un placer. Y bonita falda.
Pensé que después de esto ya me tacharían de la lista. Pero no. A estas alturas calculo que he rechazado a Auna unas veinte veces.
No, en serio, sin exagerar.
PD: Al cierre de esta edición, el kit de Jazztel aún no ha llegado.
Poco después, cuando estaban cableando mi barrio, vino a mi casa una comercial de Madritel intentando que me hiciese cliente de su compañía. Me comí su hígado acompañado de habas y un buen Chianti. Pero después vino otra, y otra, y otra. Me harté de hígado. Yo le relataba el triste precedente de mis amigas a cada comercial que aparecía por casa con su carpetita y su sonrisa y les decía que el día en que lo viese funcionando correctamente empezaría a pensármelo. Y ellas tomaban nota.
Fíjense en el detalle: tomaban nota. En unos formularios. Supongo que luego darían ese formulario a alguien, un coordinador que -como todos los coordinadores- se pasaría la vida haciendo resúmenes, gráficos y estadísticas. Y supongo que todas esas estadísticas de todos esos coordinadores llegarían hasta el comercial de la subcontrata que trataba directamente con Madritel. Y quiero pensar que alguna vez mi queja, la mía, llegó hasta Madritel.
Quiero pensarlo pero no lo pienso, porque por mucho que yo, con toda mi amabilidad y paciencia, relatase punto por punto mis motivos para rechazar a Madritel, la siguiente comercial siempre llegaba de nuevas y sin idea de qué había dicho anteriormente el vecino de esta mi humilde morada, sin saber que ya lo había rechazado cuatro, cinco, seis veces y, por tanto, sin un argumento con el que rebatir los míos. Y siete, ocho, nueve veces lo rechacé también por teléfono. A los motivos anteriores empecé a añadir uno nuevo: si son capaces de venir X veces a ofrecerme lo que ya he rechazado, a lo mejor me cargan también X veces la factura que ya he pagado.
Llegó a incorporarse a mi rutina mensual: cobrar la nómina, pagar el abono transportes, cortarme el pelo, rechazar Madritel, llegar a fin de mes... El tiempo fue pasando y Madritel cambió de nombre y se unió a Auna. Y en casa de mis amigas funcionaba con las mismas disfunciones. Y a mi casa seguían viniendo comerciales. Y yo cobraba la nómina, pagaba el abono, me cortaba el pelo, rechazaba Auna, llegaba a fin de mes...
Un día alguien, en alguna oscura oficina, debió ver un listado de rechazos míos, se hartó y decidió mandar a la caballería. La caballería era una comercial "de verdad", a su lado todas las anteriores eran aprendizas, aficionadas. Ésta era mayor tanto en edad (cerca de los 40) como en tamaño (como 1,80 mts). Se le veía la experiencia en mil batallas del marketing puerta a puerta. Me tendió y estrechó la mano como un tío y entró casi antes de invitarla. Vestía un traje gris que parecía ir siguiéndola, tenía el pelo rubio y corto, tipo Brigitte Nielsen, sus gestos eran decididos, precisos, casi bruscos. Me puso cachondísimo. Se presentó como "Coordinadora de Representación Domiciliaria de la Zona Centro", o algo parecido. Me soltó el discurso a toda carrera pero de forma clara. Y sacó los contratos. Venía en plan "voy a hacerte una oferta que no podrás rechazar". Literalmente, me puso el contrato bajo la nariz y me tendió su bolígrafo.
Contesté que yo no firmaba nada sin leérmelo antes, que me dejase los contratos y volviese al cabo de dos o tres días. Le costó aceptar pero aceptó, qué remedio. Dos días después se presentó como un clavo. Y con minifalda. Afortunadamente, yo había hecho los deberes.
BRIGITTE: No me digas que no te interesa porque no me lo creo; esto es mucho mejor que lo que tienes con Telefónica.
TELEOPERADOR (TO): Eso no es mucho decir.
BRIGITTE: Pero es mejor.
TO: De precio, pero con Telefónica no tengo un contrato como éste.
BRIGITTE: ¿Qué le pasa al contrato?
TO: No, no, por detrás. Te he señalado siete cláusulas distintas que son inaceptables por abusivas.
BRIGITTE: ¿Cómo? ¿Que t-te has leído todo el contrato?
TO: Ya ves. Sobre todo no acepto esta cláusula que dice que me podréis cortar la conexión a Internet sin previo aviso si cuelgo contenidos que hablen mal de Auna, que incluso podríais emprender acciones legales.
BRIGITTE: Hombre, claro, es que...
TO: No, nada de claro. Si yo cuelgo un artículo que diga que Auna trafica con niños, vale, eso es difamatorio, aunque no sois vosotros quienes debéis decirlo sino un juez. Pero si cuelgo una página de quejas y reclamaciones con cartas y justificantes escaneados, es decir, nada difamatorio sino argumentado, no veo nada que justifique objetivamente que me cortéis el servicio. El acceso a Internet ya ha dejado de ser un capricho y puede que en mi caso fuese una necesidad.
BRIGITTE: Pero eso es una tontería, hombre, eso no te lo van a hacer nunca.
TO: Pero aquí dice...
BRIGITTE: Nada, ni caso. Eso son las típicas bobadas legales que ponen nuestros abogados pero que luego nunca se usan.
TO: ¿Seguro?
BRIGITTE: ¡Claro, hombre, claro!
TO: Mira que...
BRIGITTE: Tranquilo. Puedes firmar tranquilo y olvidarte.
TO: Vale, pues lo tachamos.
BRIGITTE: (...) ¿Qué?
TO: Que lo tachemos. Total, si no se va a usar...
BRIGITTE: No, no, pero no... No podemos hacer tachones en el contrato, no me lo aceptarían.
TO: Oh, vaya. No importa. Redactaré un anexo donde se indique que esta clásula queda exenta de nuestro acuerdo y la firmamos los dos y la grapamos. ¿Te parece?
BRIGITTE: ¿U-un anexo? Uh... Vaya... No, no va a poder ser. Sólo aceptarán que sea esta hoja, este contrato.
TO: Ah, ya. Vale, no importa. Lo volveré a redactar en mi ordenador y lo imprimo sin esas cláusulas.
BRIGITTE: Mira, no, no. Esto no funciona así. El contrato es éste y tiene que ser éste. Y tú no te preocupes, que nadie te va a cortar la conexión.
TO: No, pero a lo mejor sí me demandan por hablar mal de Auna.
BRIGITTE: ¿Demandarte? ¡No, ja, ja! Qué dices, hombre. ¡Pues anda, que Auna no tiene nada mejor que hacer! Eso no se hace nunca, no se demanda a nadie.
TO: ¿No?
BRIGITTE: ¡Claro que no!
TO: ¿Aunque nombre Auna para criticarla?
BRIGITTE: ¡Claro, en España hay libertad de expresión!
TO: Entonces, ¿por qué lo hicísteis con Auna-Usuarios?
BRIGITTE: (...)
TO: ¿Conoces Auna-Usuarios?
BRIGITTE: (Con resignación) Sí...
TO: Ahora se llaman Cable-Usuarios porque Auna les denunció por uso no permitido del nombre. ¿No es eso lo que me dices que no hacéis?
BRIGITTE: Bueno, verás... Esa página lo que hace...
TO: Es albergar quejas de usuarios, lo sé, he entrado. De hecho, he estado bastante tiempo en ella.
Me giro y de la estantería que hay a mi espalda bajo un fajo de diez folios grapados y se los pongo bajo la nariz, como hizo ella con el contrato.
TO: Estas son las principales quejas de los usuarios, que no todas. Las he imprimido por ambas caras, en tamaño de letra ocho y con un margen alrededor de medio centímetro. Es un poco jodido leerlo, pero viendo cómo imprimís las cláusulas del contrato supuse que os gustaría así.
BRIGITTE: Ya. Ya veo.
TO: Cuando estas quejas estén solucionadas, vienes y hablamos.
BRIGITTE: Ajá, ya.
TO: Y ya puestos, tampoco acepto esto de que me corten la conexión si pongo "contenidos que atenten contra la moral". Si quiero poner una página contando cómo me lo monto con mi perro es asunto mío.
BRIGITTE: Bueno, pues nada.
TO: Absolutamente nada, cierto. Ha sido un placer. Y bonita falda.
Pensé que después de esto ya me tacharían de la lista. Pero no. A estas alturas calculo que he rechazado a Auna unas veinte veces.
No, en serio, sin exagerar.
PD: Al cierre de esta edición, el kit de Jazztel aún no ha llegado.