Comerciales

TELEOPERADOR (TO): Telefónica de España, buenos días, le atiende El Teleoperador. ¿En qué puedo ayudarle?

Silencio.

TO: ¿Buenos días?

Silencio y una respiración suave, casi imperceptible.

TO: ¿Hola?

DULCE ABUELITA (YAYA): ¿Hola?

Terror. Cualquier teleoperador informático, por poca experiencia que tenga, se aterroriza al oír una voz de la tercera edad. Aquella sonaba como si fuese la de "va a trabajar mi abuela".

TO: Ho-hola, buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

YAYA: ¿Es a mí?

TO: *Mute on* No, por favor. *Mute off* Sí, señora, dígame, ¿en qué puedo ayudarle?

YAYA: Eh... ¿Es a mí?

TO: *Mute on* ¡Bienvenida, amiga sorda de la noche! *Mute off* Sí, señora, es a usted. Dígame, *Mute on* de una puta vez, *Mute off* ¿en qué puedo ayudarle?

YAYA: Ay, ay, sí, mire. Verá. Que es que ya ha venido el chico éste de ustedes y me ha dicho que todo funciona, pero que no sé qué hacer.

La experiencia me puso los subtítulos: "Que se acaba de ir el instalador del ADSL, que ha comprobado que conecto y navego sin problemas y que me ha dicho que les llame para que me den mi usuario, contraseña y me configuréis la cuenta de correo". Sí, amigos, así de absurdo era el procedimiento.

TO: De acuerdo. Pues abra usted el Outlook Express.

YAYA: ¿El qué?

TO: *Mute on* Lo sabía. *Mute off* El Outlook Express, señora, ¿sabe lo que es?

YAYA: Ay, hijo, yo de eso no sé.

Esa es una de las frases que más mala leche me ponen. Siempre me dan ganas de abofetear a quien la dice.

TO: Bueno, yo le indico dónde está. Pinche en Inicio.

YAYA: Mmmm... ¿Qué?

TO: *Mute on* ¡Señor, no me jodas, que es muy pronto, coño! *Mute off* En el botón de Inicio, abajo a la izquierda.

YAYA: Mmmm... A ver...

PÍiii.

Le ha dado al asterisco del teléfono. Sollozo.

TO: No, señora, me refería a la pantalla del ordenador.

YAYA: ¿Qué…? ¡Ah! Es que no estoy en el ordenador.

Maravillosa noticia. Eso me facilita el escaqueo y el traspaso del marrón. Apliquemos uno de los más utilizados trucos.

TO: (Con mi más tierna y acogedora voz) Pues voy a necesitar que esté usted delante de la pantalla. ¿Por qué no va usted al ordenador y me vuelve a llamar desde allí? *Mute on* Mientras yo me cojo diez minutos de descanso para que le entre a otro la llamada. *Mute off*

YAYA: No, pero si al ordenador no le pasa nada, si está nuevo. Lo compré hace unos días.

TO: Sí, señora, pero aún así necesito que se...

YAYA: Mire, aquí tengo la factura, ¿ve?

TO: *Mute on* Uy, sí, qué bonita. *Mute off* Pero, señora, necesito que haga usted unas cosas y por eso va a ser mejor que me llame…

YAYA: Mire, yo le leo cómo es para que usted sepa lo que tengo: caja semitorre transparente...

TO: *Mute on* Señorporfavorporfavorporfavor. *Mute off* Muy bonita, señora, pero no necesito que...

YAYA: Placa... Eeh... Gi... ga... bi... te...

TO: Señora, señora…

YAYA: CPU... Intel... Pentium, creo que pone... ¿Lo oye usted?

TO: Lo oigo, señora, muy buen equipo, pero mire...

YAYA: Sí, eso me dijo el joven de la tienda. Bueno, sigo...

TO: No, espere, mejor vaya donde...

YAYA: Memoria 512... 512 de MB.

TO: *Mute on* ¡Joder, joder, joder, hostiaputa, cagondi…! ¿Cuánto ha dicho? *Mute off*

Poco a poco, inasequible a los peros, fue desgranando todos los componentes de la factura: Pentium IV a 1,2, dos módulos de 512 de RAM, 120 de disco duro, gráfica de 128, DVD, grabadora CDs, capturadota de vídeo, TFT 17’’. Lo más de lo más por aquel entonces. Tanto que ya me extrañó que una abuela comprase algo así sin saber ni siquiera encenderlo.

TO: Sí, señora, un equipo estupendo. Pero si me lo permite, usted no tiene mucha idea de usarlo, ¿verdad?

YAYA: Ay, no, nada. Por eso le llamo a usted, para que me enseñe.

TO: Sí, eso me temí... Eso suponía. Es que tiene usted un equipo muy, muy caro.

YAYA: Casi 300.000 pesetas.

TO: *Mute on* Co-ñó. *Mute off* Por eso, es que no entiendo muy bien, y no se lo tome a mal, por qué ha comprado usted un ordenador tan potente cuando aún no sabe usted hacer nada con él. Es decir, que si se va a poner usted ahora a hacer cursos para aprender a manejarlo todo, hacer edición musical, vídeos, jugar con videojuegos...

YAYA: ¿Qué? Ay, hijo, no, no. Yo sólo lo quiero para eso de los mails.

Pronunciado "mails", con a.

TO: (...) ¿Cómo ha dicho? ¿Para el correo electrónico?

YAYA: Eeeeeso, eso mismo. Eso fue lo que le dije yo al joven de la tienda. Como se ve que ustedes sí saben de lo que están hablando, je, je.

TO: O sea, que usted sólo quería escribir e-mails.

YAYA: Sí. Es que, verá usted, yo tengo una nieta estudiando en Londres, ¿sabe?, que se ha ido este año. Y es que va a estar allí varios años. Y antes de irse me contó esto de los... de los... ¿Cómo lo ha llamado?

TO: E-mails.

YAYA: ¡Eso, los imeiles! Y me dijo que era muy fácil y muy barato y que podríamos escribirnos todos los días. Así que fui a la tienda de aquí detrás y se lo dije al chico, que si tenía un ordenador que pudiese escribir imeis de esos.

TO: Y el chico le vendió ese ordenador.

YAYA: Eso es. Incluso me dijo que me lo hacía especialmente, que me lo diseñaba justo para mí.

Hay historias que le parten a uno el alma.

TO: *Mute on* Qué hijo de puta. *Mute off* Bien, señora. ¿Tiene usted un papel y un boli para apuntar?

YAYA: Sí, aquí lo tengo.

TO: ¿Y tiene usted un mocetón bien plantado en su familia, un hijo, nieto, sobrino que le pueda acompañar a la tienda?

YAYA: Bueno, pues... Si, mi yerno que es bombero y es muy alto.

TO: Estupendo, pues apunte.

Me cercioré de que mi coordinadora no estuviese haciendo escuchas y le dicté todo lo que debía hacer: desmontar el ordenador, meterlo en su caja, ir a la tienda con la factura a devolverlo, exigir hablar con el dueño de la tienda y poner una hoja de reclamaciones. Y después pasarse por Cash-Converters y comprarse un PC de segunda mano, y le dicté lo mínimo que debía llevar ese PC y le dije más o menos lo que podía costarle. Y le recomendé que si sólo le interesaba el correo electrónico, lo mejor era que no comprase nada y que se fuese a un ciber-café o al centro cultural del Ayuntamiento, que tenían Internet gratis. También le expliqué pasos a seguir para dar de baja el ADSL, que también se lo vendió un comercial de Telefónica al que también le había dicho que sólo le interesaba el correo electrónico. Iba a ser bastante más jodido, pero había que intentarlo.

Mientras le dictaba, consulté su contrato. Le habían vendido el ADSL de 512, que por aquel entonces andaba por las 14.000 pesetas mensuales.

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