Día de la Blasfemia
Si vas paseando por Dublín y te caga una paloma, si estás en The Temple Bar y te pisa un borracho, o si te hartas de la intermitente lluvia durante todo el maldito año, mucho cuidado con gritar nada que incluya God, Christ, Allah o cualquier otro personaje mítico ni nada relacionado con sus cuentos para niños, porque desde el 1 de enero de este año blasfemar en público en Irlanda está castigado con hasta 25.000 €.
Vamos, que el Gobierno de Irlanda decidió que las ideas tenían derecho a protegerse de la difamación. Las ideas, ¿entienden?, no las personas que las defienden, no, las ideas. Pero las religiosas. Puedes ridiculizar el nazismo, el comunismo, el neo-liberalismo o el tai-chi, pero ojito con reírte del zombi extraterrestre que era a la vez su propio padre y una paloma o del tío de la toalla en la cabeza. Esa creencia sin la menor prueba de veracidad tiene más derecho a ser respetado que, por ejemplo, el curling, que es tan ridículo o más pero que al menos sabemos que existe. Consuela al menos el cachondeo que habrá si legalizan la religión jedi en Irlanda.
En respuesta a tamaña soplapollez legislativa, tan peligrosamente cercana (solapada, realmente) a la pura censura, el Center for Inquiry propuso celebrar el Día de la Blasfemia el 30 de septiembre. Quedan ocho días para que se celebre por segunda vez. Este año se la han cogido con papel de fumar y lo han renombrado como Día del Derecho a Blasfemar, Campaña por la Libertad de Expresión o algo así, que moleste menos. Personalmente creo que a una vergüenza de ley como esa hay que responder a cañonazos: Día de Cagarse en Dios, en Su Puta Madre y de Limpiarse con las Barbas del Profeta.
Yo tenía un plan A, que era comprar una Biblia y un Corán de segunda mano y estrenar la barbacoa. Alguien me sugirió añadir un libro de Dawkins o Darwin, para comparar las reacciones de los creyentes y de los sabedores, caso de que estos se molesten siquiera en reaccionar. Incluso pensaba arrancar unas cuantas hojas antes y darme una vuelta por el barrio para recoger algunas cacas de perro. O arrastrarlos enganchados al coche, como en el Oeste. Lamentablemente, y como era de esperar, mi plan es muy viejuno, de 2007:
Yo lo haría con más gracia pero ya está muy visto, así que tendré que pensar un plan B. En realidad ya está pensado, varios de los que me conocen en persona saben cuál es, pero requiere salir de casa varias veces, grabar con la cámara, escribir un guioncito, editar el vídeo, ponerle música... Vamos, que no esperen mucho; si llevo seis meses para terminar lo de Caja Madrid, que sólo es sentarme a escribir...
Pero no sean como yo, muevan el culo, hagan algo. Quemen esa estampita que tienen en un cajón, quiten la zurraspa del retrete con un crucifijo, dibujen a Mahoma en una compresa, roben agua bendita de una iglesia y échenla sobre una mezquita o mézclenla con whisky, hagan paté de queso con un poco de tocino y dénselo a un amigo musulmán, hagan un felpudo con páginas de la Biblia... Una de las que más me gusta es salir a la calle y regalar pastelitos a cambio de tu alma. Y si hacen algo, por favor, avisen.
Y recuerden: sólo Monesvol es dios y la única religión verdadera es el Pastafarismo. Ramén.
Vamos, que el Gobierno de Irlanda decidió que las ideas tenían derecho a protegerse de la difamación. Las ideas, ¿entienden?, no las personas que las defienden, no, las ideas. Pero las religiosas. Puedes ridiculizar el nazismo, el comunismo, el neo-liberalismo o el tai-chi, pero ojito con reírte del zombi extraterrestre que era a la vez su propio padre y una paloma o del tío de la toalla en la cabeza. Esa creencia sin la menor prueba de veracidad tiene más derecho a ser respetado que, por ejemplo, el curling, que es tan ridículo o más pero que al menos sabemos que existe. Consuela al menos el cachondeo que habrá si legalizan la religión jedi en Irlanda.
En respuesta a tamaña soplapollez legislativa, tan peligrosamente cercana (solapada, realmente) a la pura censura, el Center for Inquiry propuso celebrar el Día de la Blasfemia el 30 de septiembre. Quedan ocho días para que se celebre por segunda vez. Este año se la han cogido con papel de fumar y lo han renombrado como Día del Derecho a Blasfemar, Campaña por la Libertad de Expresión o algo así, que moleste menos. Personalmente creo que a una vergüenza de ley como esa hay que responder a cañonazos: Día de Cagarse en Dios, en Su Puta Madre y de Limpiarse con las Barbas del Profeta.
Yo tenía un plan A, que era comprar una Biblia y un Corán de segunda mano y estrenar la barbacoa. Alguien me sugirió añadir un libro de Dawkins o Darwin, para comparar las reacciones de los creyentes y de los sabedores, caso de que estos se molesten siquiera en reaccionar. Incluso pensaba arrancar unas cuantas hojas antes y darme una vuelta por el barrio para recoger algunas cacas de perro. O arrastrarlos enganchados al coche, como en el Oeste. Lamentablemente, y como era de esperar, mi plan es muy viejuno, de 2007:
Yo lo haría con más gracia pero ya está muy visto, así que tendré que pensar un plan B. En realidad ya está pensado, varios de los que me conocen en persona saben cuál es, pero requiere salir de casa varias veces, grabar con la cámara, escribir un guioncito, editar el vídeo, ponerle música... Vamos, que no esperen mucho; si llevo seis meses para terminar lo de Caja Madrid, que sólo es sentarme a escribir...
Pero no sean como yo, muevan el culo, hagan algo. Quemen esa estampita que tienen en un cajón, quiten la zurraspa del retrete con un crucifijo, dibujen a Mahoma en una compresa, roben agua bendita de una iglesia y échenla sobre una mezquita o mézclenla con whisky, hagan paté de queso con un poco de tocino y dénselo a un amigo musulmán, hagan un felpudo con páginas de la Biblia... Una de las que más me gusta es salir a la calle y regalar pastelitos a cambio de tu alma. Y si hacen algo, por favor, avisen.
Y recuerden: sólo Monesvol es dios y la única religión verdadera es el Pastafarismo. Ramén.