Lecciones imbéciles

Recuerdo algunas lecciones de mis (penosos) años académicos que me pusieron de una mala leche muy, muy cercana a la agresión física contra el profesor. Y no es una metáfora, lo digo textualmente: con algunas de ellas tuve que salir un par de veces de clase a lavarme la cara para no partir la del cabrón que malgastaba nuestro tiempo con semejantes soplapolleces.

Verbigracia: en clase de Latín, preocupados todos con las putas declinaciones, dos clases enteras dedicadas a las costumbres higiénicas de Roma. Le habría metido la cabeza en el retrete, lo juro. Verbigracia: en 7º de EGB, en mayo, con solazo y calor, deseando todos salir a correr al patio, una semana entera de Educación Física encerrados en clase dando el reglamento del baloncesto, con esquemas, fotocopias y mucho dictado. Te habría matado, Charo, te habría metido tu puta naricilla de pitiminí en tu culo respingón dislocado hasta ahogarte con tu propia mierda. Tercera verbigracia: los esquemas de razonamientos de Filosofía (si a entonces b pero si b no a) que, salvando los primeros pasos, podrían haber sido apasionantes si aquel funcionario gordo cabrón no se hubiese limitado a hacernos leer el coñazo del "Symploque".

Pero hay una lección que supera a todas provocándome asco, odio y violencia. Y para colmo es la lección que más veces he recibido en mi vida, no menos de diez. En varios cursos de EGB, en los tres de BUP (más sus repeticiones), en COU, en el Módulo Superior y en todos los cursos de Informática que he hecho. Hasta en el puto curso de Técnico de Emergencias de Cruz Roja me lo dieron: El proceso de la comunicación. Sí, ese de canal, medio, mensaje, código, emisor, receptor...

Juro por mis muertos que en cuanto alguien empieza con eso, se me tensan los puños, aprieto la mandíbula y hago denodados esfuerzos por no levantarme en medio de clase y patearlo contra la pizarra hasta sacarle los dientes. Quiero romperle la cara al que me explica que esto que escribo es un mensaje que comunica una idea codificada en un lenguaje a través de un medio.

¡¡¡YA LO SÉ, HIJO DE LA GRAN PUTA!!!

Me pone de mala hostia por su obviedad. Hace años que hablo, gracias, y que escribo, que pido barras de pan y llamo por teléfono, que me piden la hora por la calle y que miento a las chicas para llevármelas al parque. ¡Así que no me vengas a explicar cómo hago lo que hago cada día! Al menos déjalo en una breve -muy breve- introducción y vamos a lo importante.

A raíz de ésta, todas las lecciones, textos, charlas, parrafadas y discursos obvios, pedorros, pretenciosos, vacuos y evidentes me ponen a morir. Y a todo el que adorna esas naderías con tecnicismos y se pone serio y profundo me entran ganas de machacarlo. En diferentes grados, desde un simple bofetón despreciativo con un "¡Calla ya, cansino!" hasta la desmembración en plaza pública. Pero mientras esto último siga siendo injustamente ilegal y teniendo tan mala prensa, tendré que conformarme con el blog, claro.

¿Sabían ustedes que cuando una persona lee un artículo reacciona de diferentes maneras? Desde el rechazo absoluto hasta recomendarlo a sus amigos. ¿Verdad que es asombroso? El ser humano es tan sorprendente...

Ah, que ya lo sabían... ¿De verdad? No jodan... Pues Enrique Dans aún lo está analizando.

Entradas populares de este blog

Comparar a Dios con un gallego

Felipe follando con Letizia

Ivan Istochnikov, perdido como Íker Jiménez