Crónica de un despido anunciado (y 2)

Cuando llegué al Dpto. Tupymorgan del OCM estaban de mierda hasta el cuello. Tanto que apenas tenían tiempo de explicarnos las aplicaciones a usar, que eran un huevo. Así que la mayor parte del tiempo estábamos mano sobre mano, esperando que el volumen de llamadas bajase para que alguien pudiese enseñarnos; mirábamos el correo, la prensa, webs de cursos, charlábamos...

La primera queja contra mí vino a los tres días. Alguien dijo que siempre me estaba escaqueando y navegando por Internet. Por supuesto fue funcionarialmente miserable y mediocre y no me dijo nada sino que fue directamente a mi jefe, el G.G. Ante éste, me defendí diciendo que no podía escaquearme si aún no tenía trabajo del que escaquearme, ni PC propio, ni login. Y lo de Internet, coño, que no estaba en tiasguarras.com, que estaba viendo mi correo y la Cadena SER.

Pronto descubriría que esta primera acusación vino de CODE, la COordinadora DEscoordinada, una mujer estilo Camila Parker Bowles. A pesar de su pinta machota, tenía fama de ser en el fondo un pedazo de pan. Y era cierto, tenía una pinta muy machota, tipo Vin Diesel. El pan del fondo debía estar muy al fondo porque no llegué a descubrirlo. Me dio mal rollo a los diez minutos de conocerla y ella se encargó de confirmar esta impresión. Instinto femenino lo mío, supongo.

La segunda queja vino un mes más tarde. Un pijoski me había visto justo cuando hacía un disimulado estiramiento de brazos, lo normal que haces cinco veces al día cuando trabajas ocho horas frente a un monitor. Pero a mi jefe, al G.G., le dijo que yo "estaba durmiendo, despanzurrado en la silla”. Y el G.G. es lo bastante obtuso como para creer que -literalmente- me habían pillado roncando y con la babilla rebosando.

En cualquier caso, tanto lo de Internet como lo de estirarse eran cosas que hacían continuamente las cuarenta personas que tenía alrededor sin que nadie se quejase de ellas. Coño, que es lo normal en un call-center. Pero también estaba lo que hacían los demás y yo no: había gente intercambiando pps pornográficos, bostezando a gritos como Hommer, haciendo estiramientos como en un gimnasio, maquetando fanzines con el Photoshop, jugando al Quake, buscando trabajo en Infojobs... Y todo ello se podía ver fácilmente desde cualquier punto del call-center. Pero para ver mis "fallos", dada la situación de mi puesto, había que estar vigilándome exprofeso. De todo lo anterior no se quejó nunca nadie, pero a mí no me pasaban una. Hasta mis compañeros se daban cuenta.

La tercera queja vino en dos partes. Una tarde contesté un correo de mi novia pero por error lo envié a una compañera, trabajadora del OCM, tan buena compañera que cada día hacía todo lo posible por dejarnos a los de InfoForlayo a la altura del barro (con nulo éxito, por cierto) y más de diez veces nos acusó de fallos que no eran tales. O sea, la peor persona para cometer el error. Afortunadamente, ya se había ido a casa y no lo vio, pero lo vería al día siguiente. Envié un segundo mail de disculpa y al día siguiente llegué media hora antes para cogerla antes de que encendiese su PC. Le expliqué lo ocurrido (sin detalles) y le pedí que me abriese el Outlook y me dejase borrar esos mensajes. Y accedió. De hecho, hasta le hizo gracia. Y ahí quedó la cosa. O eso creí yo.

La segunda parte fue que quince días después -repito: quince días- me citan en InfoForlayo y me comunican que estoy fuera del OCM porque "te han sorprendido accediendo al correo privado de un compañero". Con dos cojones. Me ahorro el contar las explicaciones que di a mis jefes; os las podéis imaginar. Me enviaron al D.A.R., Departamento de Asignación de Recursos, a la espera de un nuevo destino.

(NOTA del traductor: un "recurso" es un trabajador.)

En el D.A.R. me enteré por otros cauces de que los pijoskis del OCM planeaban un nuevo recorte de plantilla subcontratada, unas 18 ó 20 personas que en breve también irán al D.A.R. Demasiada gente para reasignar. Me temí lo peor y acerté: 600.000 pesetas y a la calle.

Soy incapaz de describir las ganas que tengo de agradecerles a Vin Diesel y a la excepcional compañera su participación en mi despido. Un amigo me ofrece los servicios de unos rumanos que por 50 € sabrán recompensarles la ligereza con la que juegan con el trabajo de los demás. Otro me recomienda a los colombianos, son más caros pero más profesionales. Pero el verdadero placer sería hacerlo yo mismo, claro.

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