La juerga loca de HaztePis

Sábado por la tarde y buen tiempo. ¿Qué hago? ¿Me voy al campo con mi mujer? ¿Nos hacemos un cine? ¿Llamo al Sr. Obispo y montamos un botellón? ¿Cojo la bici y me doy una vuelta por Madrid? ¿Estudio para el examen de mañana, domingo? ¿Me quedo en casa con mi niña hundiéndonos en la más abyecta depravación y disoluta inmoralidad, como Dios no manda pero la naturaleza sí? ¡Ah, no, ya sé! Planazo:

Me voy al CEU con Prosopopeyo, a la celebración del 5º Aniversario de HazteOír. Y no quiero risas.

Como somos gente de baja extracción social, humilde, miserable incluso y además vagos, ninguno de los dos se molesta en mirar la dirección del CEU (CentrOsea de Estudios superUniversitarios) y ambos lo confundimos con el ICAI, que no es lo mismo pero es más de lo mismo, ¿saes?, te lo juro que te cagas. Y allí nos plantamos los dos como berzas o, mejor dicho, como pijos, pues ambos nos hemos disfrazado para la ocasión con nuestro más repudiado fondo de armario. Prosopopeyo siente urticaria cada vez que se ve reflejado en un escaparate con ese PePísimo jersey naranja que me ha traído. Total, que llegamos tarde y cuando ya ha empezado el evento.

No les voy a narrar lo acontecido porque soy consciente de mis muchas limitaciones y sé que soy incapaz de hacerlo mejor que Prosopopeyo, así que les recomiento efusivamente sú crónica del acto en el CEU, buah, tía, qué superfuerte, ¿no? Sí añadiré tres cosas:

- En el centro y con chaqueta verde, Ignacio Arsuaga, presidente de HazSufrir y uno de los hombres con menos sex-appeal que imaginarse pueda. Su mujer es la demostración palpable (con perdón) de que los polos opuestos se atraen.

La mesa presidencial

- Una vista general del bloque central de butacas, donde se puede apreciar claramente el tirón social de HazteRuín. Lo menos había un millón y medio de personas:

Salón de actos del C.E.U.

- La prueba de que HazteVil aplica exhaustivamente las políticas de igualdad hombre-mujer y no escoge a sus azafatas por el físico:

Azafatas

Y quiero hacerme eco de la última idea, por así llamarla, de HazmeHuír: el Cheque Escolar. No tiene nada que ver con Nacho sino que se trata de que las familias (las de verdad, ¿eh?, no esas guarrerías de los maricones) puedan reclamar al Estado la parte de los Presupuestos correspondiente a la educación de sus hijos, de tal forma que si así lo desean puedan gastar ese dinero en centros docentes de los buenos, los privados, concertados, religiosos, con niños y niñas bien separados y uniformados y sin inmigrantes ni demás morralla, que yo no quiero que me eduque Zapatero. ¿A que es una buena idea?

Estoy de acuerdo. Yo también quiero un Cheque Escolar. Pero no nos detengamos ahí. Si tan buena idea es también quiero un Cheque Sanitario. Y un Cheque de Carreteras. Ah, sí, y el Cheque de Defensa, que este ejército de camioneras e inmigrantes no me gusta. Y un Cheque Policial, que ya me compraré yo defensa privada. Bah, a la mierda, dividamos los impuestos entre todos los ciudadanos y que me den mi parte. ¡Que coño, dejemos de pagar impuestos! A la mierda el Estado y los servicios básicos. Que eso no es España. España es otra cosa. Es... Es... Ay, yo qué sé, otra cosa.

Tras terminar el acto, Prosopopeyo pide a una pija que nos haga una foto en el mismísimo escenario, ole:



Salimos, archivo en su papelera correspondiente el semanario ALBA que nos endosaron, me separo de Prosopopeyo (que tenía otros y muy mejores planes) y vuelvo a casa. Gracias a la espléndida organización de las obras de la M-30, el trayecto entre la Gta. de San Vicente y Legazpi un sábado a las 20:00h. sólo dura 45 minutos. Gracias, Ramses, te lo compensaré en las urnas.

Me quito el disfraz y mi niña y yo nos vamos al superfiestón de HazteUngir. Por 25 euros, cocktail y tres copas en garito bien, La Siesta. Eso en Madrid es un buen precio. Para ir había que reservar entradas por teléfono dando un nombre y decidimos dar los de los jefes más cabrones que habíamos tenido como un acto de tardía y ridícula venganza. Afortunadamente, en la puerta no pedían el DNI. El mismo tipo que en el superCEU estaba controlando el acto, un chavalote enorme con perilla, está ahora en la puerta cobrando la entrada con una caja de caudales en la mano. Qué estampa.

Dentro está todo muy tranquilo, la música bajita y unos pocos charlando. Varias chicas pasean con bandejas de canapés y compruebo que ciertas cosas son interclasistas: los pijos también se sitúan cerca de la puerta de la cocina para no quedarse sin manduca. Algunos de los que están más lejos se quejan de que no les llega nada, caramba, que han pagado diez euros más para cenar. Alguno incluso pide a una camarera que le dé una bandeja entera para llevársela al otro extremo del local. Y lo hacen, ¿eh?, que casi se la quitan de las manos. Aquí la lucha de clases está en tablas.

Además las cervezas están aguadas y no las hay embotelladas. Pido un tubo y el camarero intenta endosarme uno que ya está tirado hace cinco minutos y que la mitad del vaso es espuma. Me sirve otro que tampoco es mucho mejor. Me dan ganas de entrar a la barra y enseñarle. Los canapés calientes están fríos, los fríos tienen demasiado aceite y la tortilla es precocinada. Y en la puerta del baño hay esta pegatina. Espero que sepan ustedes agradecerme el esfuerzo.

Pegatina

Miro a mi alrededor. Ellos van casi todos vestidos con vaqueros, camisa y jersey de punto, todos perfectamente afeitados. Ellas muy formales, faldas largas, pantalones anchos, zapatos con poco tacón y nada de escote. Mi mujer lleva botas de taconazo, minifalda vaquera, medias negras y blusa estrecha; alguna la mira de arriba a abajo con claro gesto de desaprobación. Yo llevo unos pantalones rotos, una camisa roja por fuera medio remangada y zapatones grandes, pelo largo y barba. Sólo nos falta un dedo apuntándonos.

Veo poca gente, pocas sonrisas, pocas conversaciones, nadie baila. Esto es un muermo. Ni siquiera siento ganas de entablar una conversación para tirarles de la lengua. Hay mucha gente mayor, algunos con sus hijos y algunos hijos sospechosamente jóvenes para estar aquí. Entre la música, Hombres G, La Guardia, Mecano... Vamos, la juerga loca. A medianoche hay algo más de gente, pero ni de lejos para llenar el local.

5º Aniversario de Hazte Oír

Decepcionados, nos sentamos en un rincón y jugamos a "¿Con quién de estos te lo harías?". Ella tarda hasta diez minutos en localizar a uno. Y soy yo. ¿Verdad que es un cielo? Yo tardo otros diez minutos hasta que pasa un bomboncito en minifalda. ¿He dicho minifalda? ¿Ha venido una con minifalda? Eh, un momento, ésa lleva la tripa al aire. ¡Y ésa lleva un piercing! Aquí pasa algo. Sí, pasa que ya deben haber abierto el local para el público en general y está entrando gente de verdad, de la que sale a divertirse y no "a cambiar el mundo", como modestamente dijo Arsuaga en la charla de la tarde. Veo que el tipo de las entradas ya no está en la puerta sino charlando con unas niñas.

Son las 0:30 y empieza un concierto en el pequeño escenario del fondo. Aquí había poco que ver y ya se ha acabado, y yo tengo un examen mañana de Técnico de Emergencias en la Cruz Roja. Vaya noche desperdiciada. Nos vamos.

Ya hoy, domingo, Prosopopeyo y Jeremías se han ido con Leo Bassi en el Bassi-Bus (tres autobuses, 170 personas) a Pozuelo. Estaba prevista la visita a la Basílica monstruosa de Santa Nenuca de High-Class o como coño se llame esa aberración. Prosopopeyo me cuenta por teléfono que Leo Bassi ha dicho que ayer también estuvo infiltrado en el superCEUosea, aunque no le vimos, y dice que unos pijos están siguiendo en coches a los autobuses y haciendo sonar las bocinas para molestar. Tiene que cortar la llamada porque "parece que se va a liar algo". Ardo en deseos de leérselo.

Leo Bassi - La revelación

Y, por cierto, aprobé el examen. No todo el fin de semana ha sido una puta mierda.

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